Entre dormir y despertar se nutre
la noche de su penumbra, de su silencio,
de agitada pasión de dos cuerpos,
de la luz de la luna, del mágico cielo.
El amanecer sorprende con su luz,
enamorado de sus nuevos recuerdos.
De su misteriosa y fascinante quietud,
el mundo aunque aún no se despierta,
me incita a seguir en sus brazos envuelta,
a ignorar el tiempo y a cerrar de nuevo la puerta,
susurrando a media voz que le quiero,
que aunque se esfume el instante y no vuelva,
¡Él seguirá siendo el único y mi último puerto!
No sé cómo soy…
No soy tan dócil como la hiedra,...
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